Enjambre

Nadie sabe de dónde vinieron. Llegaron por miles viajando a través de las tuberías de agua, como un enjambre. Apenas se les distinguía, sin embargo su presencia era evidente por dolorosa. Se encarnaban en la piel, se introducían por todos los orificios corporales; irritando, desgarrando, alimentándose. Seguían los caminos húmedos, llegaban a meterse por la uretra y viajar hasta la vejiga, los riñones y finalmente… la sangre. La sangre es lo que buscaban con más avidez, al parecer era su alimento favorito. La víctima desahuciada no podía más que en medio de aquel terrible sufrimiento esperar la muerte o más bien, desearla. Desearla con el mismo furor y vehemencia con que ellos deseaban la sangre, la carne y la vida de su desdichada presa. Vida que tomaban poco a poco tomándose su tiempo, con la paciencia de quien sabe que ha ganado, que es invencible o inconsciente de su propia existencia como una máquina sin propósito o con el despropósito de causar el mayor dolor posible durante el mayor tiempo posible. Así como llegaron se fueron, nadie sabe a dónde.

Morpheus Amorfo

A la orilla del Ganges

Nuestras almas se encontraban apiñadas en la escalinata, al menos un centenar de ellas; viejos amigos y conocidos de otros tiempos y edades. La charla era amena pero cargada de cierta pesadumbre, típica de la incertidumbre de los tiempos difíciles.
La escalinata, de la cual no se percibía el inicio en la parte de arriba, desembocaba en su parte baja hacia la orilla de la cañada. El barranco era interrumpido por tres grandes puentes de piedra por los cuales se podía cruzar al otro lado. En el fondo se distinguían algunas veredas, caminos y estructura de piedra y quizá un incipiente arroyuelo.

Había mucha actividad aquel día, se podía sentir la humedad en el ambiente propia de la época; sin embargo no se podía deducir la hora del día, ya que el sol, que al parecer estaba en su cenit y caía a plomo, no parecía avanzar. Era un día luminoso, aún así la pesadumbre lo eclipsaba.

«¡Se ha arrojado! ¡Se ha arrojado¡» se alcanzó a escuchar entre el murmullo de la multitud. Una pobre chica desesperada se había arrojado de lo alto del puente de piedra hacia el fondo del barranco estrellando su cabeza contra una de las estructuras de piedra y otra, en lo alto del puente que aparentemente le acompañaba parecía querer hacer lo mismo pero titubeaba y al final no lo hizo.

Después de unos momentos todo regresó a la normalidad y aparente calma. El incidente había quedado olvidado y las almas continuaron departiendo preocupadas por los tiempos difíciles y la situación actual, ignorando que ya no tenían de que preocuparse e ignorando que ya no podía volver a morir.

Morpheus Amorfo

Extraviada

¡Ya la dábamos por muerta! y es que después de un mes de desaparecida quién pensaría que regresaría, pero lo hizo. ¿En dónde se habrá metido? ¿habrá perdido el camino de regreso a la casa y se la pasaría deambulando extraviada por las colonias aledañas? quizá alguien pensó que era callejera y que no tenía familia y la retuvo en su casa, esto es lo más probable ya que para haber estado tanto tiempo perdida no se veía en tan malas condiciones. Seguramente alguien la adoptó y en la primera oportunidad huyó, al menos eso es lo que yo haría si estuviera en su lugar, claro a menos que se esté mejor con la nueva familia adoptiva que con la anterior, después de todo así son o al menos esa es la mala fama que tienen de ser unos convenencieros, generalmente te buscan cuando tienen hambre o sed o desean salir y eres el único medio para lograrlo, en muy contadas ocasiones parece que se acercan a ti sin una razón en particular más que la de demostrar cariño o más bien que se los demuestres y aún así sólo sea una forma de reafirmar su propiedad sobre nosotros. Así son los gatos… ¿o así somos nosotros?

Más allá en la penumbra

Aquí es donde solíamos pasear, salíamos a caminar al menos dos veces al día, lo recuerdo bien. A veces todavía lo veo deambular por aquí a las horas crepusculares y quiero jugar con él, así como solíamos; arrojar y traer, arrojar y traer, pero parece perdido, sólo camina por la misma vía como buscando algo sin encontrarlo, parece que no me ve pero cuando le ofrezco éste hueso largo para jugar derrama una lágrima y continúa su deambular hasta más allá en la penumbra.

Triálogo

¡Eso que me dices no tiene lógica, no me convence!
¡Y lo que tú me dictas no lo siento, no me emociona!
¡Yo no se de qué hablan, no encuentro en ello ningún placer ni satisfacción!

¡Tú sólo deseas placer!
¡Y tú, eres un sentimental!
¡Ustedes no piensan ni razonan!

¡Ustedes sin mí, se mueren!
¡Ustedes si mí, no viven en verdad!
¡Y ustedes sin mí, no dialogarían jamás!

¡Los tres somos uno y uno somos tres!

Morpheus Amorfo

Allá en la Penumbra

No se alcanza a ver nada, no es tan tarde pero ya está muy obscuro, supongo que el restablecimiento de la energía eléctrica del alumbrado aún va a demorar un par de días más, no sé y es que está medio nublado y la Luna está menguante, casi nueva. Todavía hay hielo de la nevada reciente y se ¡siente la humedad hasta en los huesos! Es cierto lo que dicen, hace más frío durante el deshielo que durante la nevada… Hasta él parece nevioso, se detiene, olfatéa, levanta la cabeza y vuelve a olfatear moviendo las orejas como queriendo escuchar y distinguir que hay más allá en la penumbra… lo hace con mayor frecuencia que de costumbre y es que en estas condiciones hasta los sonidos parecen intensificarse… de hecho hay ruidos que no reconozco, ¿será algún animal del monte que no se pasea muy seguido por aquí? al menos cuando hay más luz y gente. No se si sea la caminata o lo inquietante del ambiente… hasta él parece nevioso, se detiene, olfatéa, levanta la cabeza y vuelve a olfatear…

Morpheus Amorfo

Decepción

   “Dime si hay algo entre ustedes” – inquirió – “prefiero saberlo que imaginarme cosas que no son”. Aunque le aseguró que no había nada, él no se quedó conforme. La situación era por demás sospechosa. Ese día ellos sabían que era poca la probabilidad de que él se apareciera por ahí, pero lo hizo. Ella nunca subió el rostro, era evidente que no podía verlo a los ojos, ya por vergüenza o por no querer delatarse. El caso es que era evidente. Él no atinó a decir nada y mejor decidió marcharse.

   En el camino le fue invadiendo aquella sensación qué pocas veces en la vida uno experimenta. Apresuradamente y en voz baja pidió el café de siempre y se desplomó en un sillón. Recordó aquello del poder de las emociones sobre nuestro cuerpo; de que uno somatiza y que muchas enfermedades tienen un origen más bien emocional que fisiológico. “No puedo creer que algo así me vaya a enviar al doctor” – pensó- “o qué decir a un psicólogo más bien. A mí edad, esto ya no es aceptable, es indigno de un caballero, ni que fuera un colegial”. 

   Por más que trataba de racionalizar sus sentimientos el malestar no disminuía. Él se consideraba a sí mismo un ser racional, alguien que dominaba sus pasiones y probablemente eso le hacía sentir aún más decepcionado de sí mismo y un tanto confundido y asombrado de su malestar.

Así se reencontró con una vieja amiga, Decepción y decidió marcharse, más Decepción se marcharía con él.

Morpheus